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Fue un freno de golpe y un alto estruendoso, como los arboles en invierno, como los tornados de abril.
Como sus manos frías buscando solo diversión.  Eran lagrimas que valían por mil, pero el las devaluaba como alguien regateando en el mercado.
Mientras el sentía el mundo en sus manos, ella lo sentía sobre su pecho, como si le sacasen lo que lleva dentro sin anestesia alguna.
Un grito en medio de la nada, rodeada de  nadie.
Sabemos, que solo hay una manera de querer, y que el no la quiere así.
Sabemos, también  que una sonrisa a medias no significa felicidad, y que casi siempre las veces que el dice adiós, es para volver después.